La reina Hatsepsut y su alto dignatario, Dhyejuty, construyeron sus tumbas a poniente y se agarraron al último rayo de sol, para tener la oportunidad de volver a la vida. Y así ocurrió: 3.500 años después se recupera la memoria de quien fue castigada y borrada de la historia.

La riqueza de la cultura egipcia, con su gran mitología de la muerte, nos sigue impresionando. Lo cierto es que entrar en una cámara sepulcral con 3.500 años de antigüedad tiene mucho de mágico.

Dhyejuty, un alto dignatario de la primera mujer que gobernó el imperio Egipcio con máxima autoridad: la reina-faraón Hatshepsut, que gobernó el Imperio Egipcio durante veinte años (de 1479 a.C. a 1457 a.C.) asumiendo personalmente la doble corona de Egipto. Fue representada por la propaganda oficial vestida de hombre, con barba postiza incluida.

 

Al morir la reina, Tutmosis III, su hijastro, sobrino y heredero al trono, la sometió a un duro castigo: borró su nombre y su cara de todo monumento oficial. Ahora los investigadores del pasado trabajan para recuperar la historia a través de las memorias, escritas y esculpidas, del fiel Dhyejuty, el supervisor de sus tesoros.

 

 

 

¿Por qué Tutsmosis III decidió castigar a su tía y madrastra, la reina?

 

 

Tutmosis III tuvo que compartir el trono con su tía-madrastra durante 20 de los 54 años de su reinado. ¿Qué pasó durante estos 20 años?

Las memorias de Dhyejuty nos contarán la historia.

 

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